Mientras hay quien se queja de que se oye hablar de Fernando Alonso hasta en la sopa, un servidor, con el permiso de todos ustedes, prefiere irse al desierto en vez de dilapidarse aquí hablando de las cencerradas de un tipo que los tenía bien plantaos en 2007 para convertirse en el número uno de McLaren ante un bicampeón del Mundo, pero se vio afectadísimo de la muerte en 2008 porque le hicieron bromas a cuenta del color de su piel.
De las que ha sufrido recientemente en Silverstone no habla el muy gañán, pero en fin, dejo a Lewis para mejor día porque hoy me habría bastado para cerrar una entrada con tirar del vídeo de José Mota vestido de Cardenal Richelieu, y comprenderéis que no es plan. Con la edad uno tiene que cuidarse en lo físico, pero, sobre todo, en las chorradas que vierte su boca. Y no, hoy no voy a pecar tanto.
Hecha la salvedad vamos con el rollo de las múltiples Toyota Gazoo que han surgido de un tiempo a esta parte con tal de aportar credibilidad a eso tan inconsistente de «llevo cuarenta años en esto o en esto otro». Este truco es tan antiguo como el ser humano y mi abuela lo llamaba afectación, y eso que la pobre falleció cuando yo contaba catorce años.
No ha llovido ni nada desde entonces, qué os voy a contar, pero la buena María Mendiola tenía otra bala por si la primera fallaba: «dime de lo que presumes y te diré de qué careces», que considero que es inopinadamente más adecuada para lo que llevamos entre manos.
Fardamos de años de experiencia porque en el fondo no hay nada de qué fardar. Hay quien se rila con la txartelita de pase de prensa a un circuito porque tampoco tiene más que esa acreditación para sentirse alguien y le sigan llamando enciclopedia en casa. Mi madre, doña Matilde, también piensa que con 10 centímetros más de altura la vida me habría sonreído más y mejor, pero yo discrepo. Salí tapón, como don Julián, mi padre, lo acepté pronto y jamás me lastimaron las bromas de mis compañeros de colegio. Luego aprendí que el fuerte de cada uno está en cómo vive con sus contradicciones y erratas, no de sus éxitos.
¿Entendéis ahora por qué me apetece hablar del desierto en vez de un casi hexacampeón que aún no se ha tomado la medida?
Un Toyota Gazoo se balanceaba en la tela de una araña y como veía que aguantaba fue a llamar a otro Toyota Gazzo. Dos Toyota Gazoo se balanceaban en la tela de una araña y como veían que resistía fueron a llamar a otro Toyota Gazzo. Tres Toyota Gazoo se balanceaban en la tela de una araña y como veían que no se rompía fueron a llamar a otro Toyota Gazzo. Cuatro Toyota Gazoo...
No me enrollo. Mientras el tío ése que sale hasta en la sopa sigue creciendo y atrae los focos allá donde se mueve, el mejor exponente de la Fórmula 1 sigue empeñado en empequeñecerse en base a soltar gilipolleces. Mañana le meto mano, lo prometo, pero hoy permitidme que le deje nadando cómodamente en esa pecera que no tiene nada que ver con los océanos rebosantes de tiburones que conocieron Ayrton Senna o Michael Schumacher en sus carreras deportivas.
No es querer, es poder. Es el desierto, a ver si estamos. ¿Cuántos Toyota Gazoo diferentes hacen falta para que nos dejen tranquilos...?
Os leo.
No es querer, es poder. Es el desierto, a ver si estamos. ¿Cuántos Toyota Gazoo diferentes hacen falta para que nos dejen tranquilos...?
Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario