Para los que quedamos en pie siempre son más cómodos los sueños de los muertos que de los vivos, que estos responden si se dan por aludidos y no veas la que se puede montar; los primeros no, ¡quita!, mejor que nos dejen continuar soñando por ellos.
Ya comentamos en su día que John Elkann y sus colegas estaban versionando por encima de sus posibilidades a Sergio Marchionne (presuntamente, que se dice ahora). El de Chieti, por ejemplo, había depositado sus esperanzas en el joven Charles Leclerc, piloto de la casa que militaba entonces en la protagonista de esta entrada, pero jamás hemos podido llegar a saber si habría consentido filtrar antes del Gran Premio de Italia 2018 el ascenso del monegasco a la squadra oficial, mayormente porque pisaba en firme y se olía los terremotos de lejos.
Resultaba obvio que La Scuderia necesitaba un buen meneo, empezando por Maurizio Arrivabene, pero si buscamos consistencia en la narración, justo es decir que el de Brescia ya estaba avisado de que tenía sus días contados como Ferrari no dejase de hacer de segundona. También es verdad que Maurizio se revolvió cuan sierpe a punto de morir, afirmando que alguien le estaba haciendo la cama.
La hemeroteca del otoño del año pasado rebosa novelas palaciegas en las que se señalaba que Mattia Binotto tratábase mal con su jefe y podría ser... así que mejor aparcamos esta línea de supuestos acontecimientos y nos centramos en que si Marchionne soñó alguna vez con devolver el lustre a la de Il Cavallino, casi con total seguridad descartó lograrlo abriendo agujeros en el casco de la rossa, que no es por nada, pero desde que desapareció Arrivabene no es que la cosa haya mejorado mucho.
En fin, con Alfa Romeo andamos igual o peor. Devolverla a la Fórmula 1 también era un sueño de Sergio —éste, al menos, salió de su boca—, pero dos años después parece una ensoñación rota, o agotada por las limitaciones presupuestarias o por el incumplimiento de promesas, que podría ser. La de Hinwill es tercera por la cola a falta de cinco pruebas para concluir el campeonato, y no es que vaya holgada, pues tiene por delante a Racing Point a 17 puntos y por detrás a Haas, a 7, y el caso es que la norteamericana, en una buena tarde de domingo con sus pilotos entonados de verdad, puede convertir tanto sueño italiano en una pesadilla de tamaño considerable.
Comparándola con la extinta Sauber o la Sauber Alfa Romeo de 2018, lo cierto es que no se nota absolutamente nada la intervención del grupo de automoción que lideraba en vida Marchionne, ni cuentan sus sueños ni los de los alfistas que alegraron el gesto al conocer que la de Turín volvía a la máxima disciplina del motorsport.
Os leo.
Ya comentamos en su día que John Elkann y sus colegas estaban versionando por encima de sus posibilidades a Sergio Marchionne (presuntamente, que se dice ahora). El de Chieti, por ejemplo, había depositado sus esperanzas en el joven Charles Leclerc, piloto de la casa que militaba entonces en la protagonista de esta entrada, pero jamás hemos podido llegar a saber si habría consentido filtrar antes del Gran Premio de Italia 2018 el ascenso del monegasco a la squadra oficial, mayormente porque pisaba en firme y se olía los terremotos de lejos.
Resultaba obvio que La Scuderia necesitaba un buen meneo, empezando por Maurizio Arrivabene, pero si buscamos consistencia en la narración, justo es decir que el de Brescia ya estaba avisado de que tenía sus días contados como Ferrari no dejase de hacer de segundona. También es verdad que Maurizio se revolvió cuan sierpe a punto de morir, afirmando que alguien le estaba haciendo la cama.
La hemeroteca del otoño del año pasado rebosa novelas palaciegas en las que se señalaba que Mattia Binotto tratábase mal con su jefe y podría ser... así que mejor aparcamos esta línea de supuestos acontecimientos y nos centramos en que si Marchionne soñó alguna vez con devolver el lustre a la de Il Cavallino, casi con total seguridad descartó lograrlo abriendo agujeros en el casco de la rossa, que no es por nada, pero desde que desapareció Arrivabene no es que la cosa haya mejorado mucho.
En fin, con Alfa Romeo andamos igual o peor. Devolverla a la Fórmula 1 también era un sueño de Sergio —éste, al menos, salió de su boca—, pero dos años después parece una ensoñación rota, o agotada por las limitaciones presupuestarias o por el incumplimiento de promesas, que podría ser. La de Hinwill es tercera por la cola a falta de cinco pruebas para concluir el campeonato, y no es que vaya holgada, pues tiene por delante a Racing Point a 17 puntos y por detrás a Haas, a 7, y el caso es que la norteamericana, en una buena tarde de domingo con sus pilotos entonados de verdad, puede convertir tanto sueño italiano en una pesadilla de tamaño considerable.
Comparándola con la extinta Sauber o la Sauber Alfa Romeo de 2018, lo cierto es que no se nota absolutamente nada la intervención del grupo de automoción que lideraba en vida Marchionne, ni cuentan sus sueños ni los de los alfistas que alegraron el gesto al conocer que la de Turín volvía a la máxima disciplina del motorsport.
Os leo.
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