Soichiro Honda sentía auténticas ganas de comprobar cómo se desenvolvía el RA271 entre contrincantes de verdad, no luchando en solitario contra el cronómetro sobre el piso de Suzuka, y tras valorarlo con sus hombres de confianza decidió que el Nordschleife era el lugar perfecto para salir de dudas.
Los días finales de julio de 1964 propiciaron que los vecinos vieran por primera vez japoneses auténticos en los aledaños de Adenau, gente de corta estatura que solicitaba en un alemán rudimentario, pero con infinita amabilidad, alguna indicación que les ayudase a encontrar el circuito de las Eifel, el Nürburgring de Nuerburgo, donde acabarían organizando la pequeña base de operaciones para disputar el Gran Premio de Alemania de ese año.