Las promesas de avance tecnológico suelen surtir una fuerte excitación en determinados individuos, similar a la que sufría Woody Allen en Sleeper, cuando fingiendo ser un robot-mayordomo neutro y profesional, alcanzaba un no se sabe qué que iba in crescendo cada vez que sostenía entre sus manos la bola del placer (Orb)... hasta que prácticamente no había manera de quitársela, como le sucedía a Gollum con el Anillo Único.
Creo que he escrito sobre la RoboRace en un par de ocasiones y la única ventaja que sigo viendo en términos de competición a que una inteligencia artificial sea capaz de conducir un coche de carreras, consiste en que Kimi podría echarse una siestecita dentro del habitáculo mientras el piloto automático hace lo posible por llegar a la meta.