1973 fue un año especialmente complicado para La Scuderia. Necesitada de un monoplaza competitivo que pudiera dar réplica en pista a los Lotus y sobre todo a los Tyrrell, el Ferrari 312 B2 se había quedado viejo y la respuesta, el 312 B3, no había colmado las expectativas a partir de su estreno durante el Gran Premio de España de aquella temporada. En realidad, iba mucho peor que el coche al que supuestamente sustituía.
Existían razones de calado. FIAT había metido mano en el departamento técnico de Maranello y elevado a Mauro Forghieri a otras funciones mientras lo sustituía en la rossa Sandro Colombo. Il Commendatore, poco amigo de que nadie le enmendara la plana, respondió a la situación retirando de determinadas pruebas el vehículo y sus conductores porque si el coche no era digno de pasear el nombre Ferrari por los trazados, mejor no corría.