Duchado, afeitado de dos días y con aire informal (look, que dicen algunos), me preparo para la madre de todas las batallas, para la locura de Nochevieja en la que me vuelvo nadie entre cuñados y cuñadas para llegar vivo y entero al 1 de enero de un año que acaba en 13, pero que sabe a miel en los labios sin la que no me quiero quedar.
He dejado para el último lugar de mi ruta bloguera de esta tarde que ya es noche, éste mi santuario apócrifo en el que si Dios no lo remedia, habré de abrevar tarde o temprano si quiero recordar cuál ha sido el pulso vital que me ha alimentado durante estos cinco años largos pasados a vuestro lado, y es que la edad se paga con la desmemoria y llegada una hora, es grato sonreír o llorar con cosas que habiendo sucedido, ocurrieron, y quedaron escritas para que el paso de página las pusiera al descubierto de nuevo.