Concha llevaba a Guille al colegio, con Stella de Pavarotti como banda sonora, y en Nürbu hacía dos años que llamábamos a los ingleses por su nombre y apellidos: piratas, trapaceros, ventajistas y algún que otro apelativo que podría herir ahora la sensibilidad de los más pequeños, que hasta en esto hemos cambiado tanto que no nos reconoce ni la madre que nos parió.
La corrección invita a llamarlos en la actualidad «lobby británico». Con la puntita se les acusa de tener controlada la prensa, de velar por sus intereses (exclusivamente), de ser profundamente hipócritas, racistas, moralistas de pandereta, etcétera, pero el deporte sigue siendo suyo y nadie lo discute, exáctamente como pasaba en 2007, cuando sólo unos pocos nos atrevimos a entablar combate con Los hijos de la Gran Bretaña, a pesar de nuestras escasas posibilidades de triunfar y las muchas que había de acabar dando con nuestros huesos en el fondo del mar.