Os he hablado más de una vez de esa bellísima obra que se titula 24 para Le Mans [«24 para Le Mans (Luis Ortego)» y «Con permiso: "24 para Le Mans"»] y hoy me veo en la obligación de volver a recomendárosla porque en su interior se habla profusamente de una de las iniciativas más alucinantes que han rodeado la actividad en las 24 Horas de Le Mans, que sin embargo —es mi humilde opinión— sigue sin ser suficientemente correspondida por los medios, ni siquiera hoy, cuando Porsche homenajea dos de sus libreas más legendarias en los 911 RSR que participarán esta edición de la mítica prueba francesa: la cerdito [Cuarto y mitad de 917 (#BlueTrain/024)], y la Rothmans, que vistió a los coches de Stuttgart tanto en rallies como en el Dakar como en el Mundial de Resistencia.
Los Art Car son un fenómeno de fusión entre arte y competición a la que mi buen amigo Luis da la atención que se merece. Y es que no es baladí decir que la carrera de La Sarthe ha servido a lo largo de su trayectoria casi centenaria, tanto de escaparate técnico como mercantil [Con faldas y a lo loco (#BlueTrain/012)], ámbito al que no podía quedar ajena la actividad artística, cosa que nos ocupará el ratito de hoy.