Su nombre puede no deciros gran cosa, pero George Cosmo Monkhouse es uno de los principales artífices de que las carreras de coches se acercaran a un público que no visitaba los circuitos.
No era piloto, era fotógrafo. Mejor dicho, era un alto responsable de la marca Kodak que gracias a sus contactos y al enfoque y plasticidad de sus fotografías, consiguió en 1937 que Mercedes-Benz le dejase formar parte de su séquito en los Grand Prix, lo que le permitió inmortalizar instantáneas irrepetibles que serán mundialmente reconocidas desde las paredes donde se exponen y las páginas de los libros que llevan su nombre en portada.