Mi mundo conocido se está desmoronando a una velocidad de vértigo pero me siento inusualmente feliz. A veces me da la sensación de vivir en el interior de un remolino que me engulle hacia las profundidades del océano y sin apenas notarlo, he empezado a vivir cada triunfo diario como si fuese el último.
No sé con certeza si esto es bueno o malo. No me ha sido condecido este don. Tampoco soy muy de manuales de autoayuda, la verdad. Andará por ahí un libro de Deepak Chopra que cerré para siempre al cabo de media docena de páginas leídas. Por no usarlo, ni me he molestado en regalárselo a nadie. Los gurúes me cansan, bien lo sabéis. No aguanto a Jodorowsky ni a Coelho salvo que Moebius ilustre sus textos o guiones o lo haga Juan Giménez. Practiqué la meditación trascendental y la cotidiana en mi tierna juventud. Hice yoga más tarde, pero mi maestro me engañó...