Ahorraros las lágrimas, Gran Kahuna ha abandonado la arena de la playa para adentrarse con su tabla en un mar que no está para bromas, va a buscar esa ola mítica para medirse con ella ahora que sus pies sienten de nuevo, que sus piernas han recuperado lo que perdieron en aquel feo accidente volviendo de Le Castellet.
A Williams le sentaba el Sir como a un santo dos pistolas. Antes de que la Fórmula 1 diera la espalda a los garajistas y aficionados, Frank se bastaba solo para mirar cualquiera de sus autos y sentir que eran suyos, creaciones suyas, fieras suyas —alguno habrá que mostrará todavía la mella de un golpe de maza como aquel con el que Miguel Ángel firmó su Moisés.