Cuando por estas fechas las ciclogénesis explosivas de la
neolengua golpeaban la costa del Cantábrico en 2013, creo que os recordé
que antaño, cuando no resultaban previsibles, se las llamaba galernas y
que hubo en concreto una muy famosa por aquí arriba, en 1912, creo, que
arrojó como saldo un montón de naufragios y muertos en la mar y la
sustitución radical de aquellas popas de culo de pato que distinguían a
los pesqueros de comienzos de siglo pasado, por otras más apropiadas
para capear temporales. En fin, doce meses después seguimos sufriendo
este tipo de inclemencias en el norte y no una o dos por año, sino
varias y además consecutivas, lo que a los más viejos de Gorliz, pueblo
costero nutrido de marineros jubilados, maquinistas jubilados y algún
que otro capitán también jubilado, todo esto les suena raro de cojones…
Será fruto del cambio climático o algo totalmente natural, o del HARP
o la NSA, un suponer, pero como digo, no parece muy normal que sigamos
sufriendo el azote de los vientos y la lluvia como si tal cosa, con la
flota amarrada en puerto porque en el agua, olas de ocho u once metros
se apuestan lo que no tienen a ver cuál de ellas acierta a quebrar todo
lo que se menea, y es que de Lugo a San Juan de Luz la mala baba se ha
desatado contra nosotros en forma de temporal y agua, como si fuese una
plaga bíblica.