Como país no tenemos arreglo a pesar de los numerosos expertos y apasionaditos que salen en cuanto levantamos una piedra. Hemos hecho cosas grandes en automovilismo deportivo (las seguimos haciendo), pero nos la cogemos con papel de fumar a poco que alguien, a poder ser de fuera, nos ponga una pega o nos modifique una coma, como si ser más limpios que una patena fuese más importante que escribir bellas e irrepetibles páginas en el motorsport.
La historia de Epsilon Euskadi en Resistencia ha quedado ensombrecida por una serie de circunstancias que ni son exclusivas de lo español ni ajenas a la dinámica que suele afectar a la mayoría de proyectos que tratan de aunar con éxito lo económico y deportivo, pero ha sido masacrada por el silencio cauteloso de quienes teniendo la obligación de hablar con orgullo de la iniciativa de Joan Villadelprat en Azkoitia y Gasteiz, han preferido tomar distancia quién sabe si por no pringarse.