Las he visto mejores, que decía aquél...
El Gran Premio de Austria iba bien, entretenido, bonito, pero el sueño duró sólo lo que tardó Kimi en asaltar a Max en la primera curva. Nada, un suspiro, un pedito de monja. A partir de ese fatídico instante todo se volvió monótono, previsible y tedioso, lo que exigió de los comentaristas de las diferentes retransmisiones un esfuerzo extra por focalizar un drama inexistente en pista.