Se termina agosto, el mes en que cumplo años cada doce meses, un
periodo tranquilo en el que suelen suceder demasiadas cosas, entre
ellas, que este blog también sopla velas y renueva su pacto con
el diablo desde que fuera inaugurado precisamente en agosto de 2007, lo
que me recuerda, también, que Fernando lleva seis campeonatos viendo
pasar el tren más o menos cerca de la locomotora.
Esta temporada nos la prometíamos felices después de los chascos de 2010 y 2012, y mira tú por dónde, casi a mitad de sesión seguimos preguntándonos si hay espacio para la esperanza (surrealismo lo llamaría alguno), o en cambio, hay que sucumbir a la oleada de fatalismo que inunda medios y afición a partes iguales, porque de Ferrari no se puede esperar nada.
Esta temporada nos la prometíamos felices después de los chascos de 2010 y 2012, y mira tú por dónde, casi a mitad de sesión seguimos preguntándonos si hay espacio para la esperanza (surrealismo lo llamaría alguno), o en cambio, hay que sucumbir a la oleada de fatalismo que inunda medios y afición a partes iguales, porque de Ferrari no se puede esperar nada.