Hoy hay una persona que ha mudado de aspecto facial para convertirse
en un enigma engabardinado y con sombrero que devuelve preguntas a quien
le pregunta, que propone interrogantes a quien le interroga, en
definitiva, que debería haber dimitido pero pedirá que dimita a quien se
lo insinúe siquiera.
Es tarde y estoy dinamitado por dentro y por fuera. Cansadiño,
que diría aquél. Pero no quiero meterme en la cama sin antes haber
visitado a este fantasma del que estoy hablando, capaz él solito de
haber obrado el milagro de que este deporte que tantas veces ha pasado
por ser anglosajón de pura cepa a pesar de su raíz eminentemente
francesa, sea hoy una casa de citas alemana en la que nadie sabe nada
pero todos saben algo, en la que no cabe hacer preguntas porque te las
devolverán a la cara como salibazos.