La bruja de Blancanieves es un tipo que termina cayendo bien, lo reconozco, incluso resultando atractivo para aquellos que piensan que en la vida lo único importante es amasar dinero. Pasa por ser un hombre de éxito, pero como el éxito no existe, lo más que le arrogo a Bernard Charles Ecclestone es que en algún momento de su dilatada existencia tuvo que dejar de poder mirarse a la cara.
Desprendido el barniz con que habitualmente nos lo presentan, en crudo y no edulcorado por la sonrisa y las canas, lo que vemos es un hombre afincado en el comercio de favores y secretos, elevado sobre sus iguales porque los tiene agarrados por los huevos. Un capo, no sé si di tutti capi como el viejo Enzo, pero en todo caso, un uomo d'onore que ha sabido granjearse con la edad y los numerosos guiñapos que ha dejado en la cuneta, un respeto que muy pocos cuestionan en el paddock, su territorio natural de caza.