Mi retorno a casa en MomentoGP coincidía con la finalización del campeonato IndyCar y, bueno, el texto casi se había escrito antes de comenzar a pulsar las teclas. Entre la categoría norteamericana y la nuestra hay notables similitudes y profundas diferencias, no obstante, resulta saludable trazar comparaciones, básicamente porque los hallazgos pueden ayudarnos a entender por qué la Fórmula 1 es, a veces, un perfecto sustituto de la Dormidina...
El gran Gonzalo Serrano acuñó la frase «si parpadeas, ¡te lo vas a perder!» durante su etapa como colaborador en las retransmisiones de la Fórmula 1 en España. Aunque muchos todavía la recordamos, la verdad es que ha llovido demasiado desde que podíamos escucharla a través de los altavoces de la televisión; tanto, al menos, como para que la máxima disciplina haya cambiado sus registros y hoy produzcan más hype que una buena acción en pista, unas declaraciones, un movimiento en los despachos, o una arriesgada o pérfida estrategia en carrera…
Como conocéis de sobra, el pasado domingo concluía en Laguna Seca el campeonato IndyCar de este año (NTT IndyCar Series 2019). El trazado californiano es peculiar y muy exigente con la conducción, el Firestone Grand Prix of Monterey se proponía a 90 vueltas y puntuaba doble (como las 500 Millas), la serie llegaba apretada a la última cita del calendario con Josef Newgarden al frente de la clasificación y posibilidades de revalidar su título conseguido en 2017, y con Alexander Rossi y Simon Pagenaud posicionados como principales candidatos a aguar la fiesta al de Tennessee.
Además de los mencionados, había más gente en la pomada, Scott Dixon, por ejemplo, aunque muy descolgado, o concentrada en otras historias, como Felix Rosenqvist, Santino Ferrucci y Colton Herta, que luchaban por convertirse en el novato del año (Rookie of The Year) y conseguir así el correspondiente premio de 50.000 dólares que al final se llevó el joven piloto sueco.
El caso es que Pagenaud mantenía opciones incluso compartiendo equipo con el líder, y lo cierto es que Team Penske se las respetó e hizo todo lo que estuvo en su mano por llevar al de Montmorillon a lo más alto de la carrera y el campeonato.
El vencedor de la última edición de las Indianapolis 500, así como del IndyCar Grand Prix y el Honda Indy Toronto, venía a Monterrey con opciones matemáticas pero alejado de Newgarden. A la salida del penúltimo encuentro de la temporada, Grand Prix of Portland, el norteamericano estaba consolidado en la cabeza de la clasificación con 593 puntos, Rossi ocupaba la segunda posición con 41 menos y el francés descontaba otro más, concretamente, alcanzaba Laguna Seca con 551 en su casillero. Dixon, como decíamos antes, podía lograrlo pero sus oportunidades eran escasas porque su desventaja sumaba 85 puntos (508)…
Quizás porque al frente de Penske hay un racer como la copa de un pino, Roger Penske, y no un mero gestor como encontramos en cualquiera de las actuales escuderías de Fórmula 1, el equipo planificó y desplegó dos estrategias diferentes para un mismo objetivo sin importar cuál de sus pilotos iba delante y quién iba detrás. Pagenaud salió en attack mode y Newgarden en modalidad conservadora, y al final el premio se quedó en casa: el de Hendersonville conseguía su segundo triunfo absoluto en la serie a pesar de terminar octavo y el galo, en la cuarta posición, culminaba una excelente sesión firmando el subcampeonato. A todas luces, Team Penske había ganado.
«Si parpadeas, ¡te lo vas a perder!», y nos lo podemos perder, sobre todo si continuamos mirando para otro lado.
La IndyCar no es el pináculo del motorsport, o eso dicen, pero sus integrantes saben qué significa el espectáculo del motor para los aficionados y espectadores. A pesar de que la Fórmula 1 continúa mirándose el ombligo y argumentando su incomprensible deriva bajo el paraguas de la jerga empresarial, en los USA también se juegan los cuartos empresas con objetivos corporativos y económicos, y tal vez sólo pasa que al otro lado del Atlántico tienen claro que el foco debe estar depositado en los pilotos y en su lucha sobre el asfalto, y por supuesto, en que si el campeonato resulta atractivo para el público, se puede seguir viviendo de él.
Os leo.
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