No deja de tener cierta carga de ironía que esta semana haya sido el hijo de James Hunt, Freddie, quien nos ha recordado que la Fórmula 1 fue una vez El Hogar de los Valientes (The Home of the Braves).
Su padre, junto a Stirling y Nigel, uno de los pocos pilotos británicos ante los que no muestro remilgos en arrodillarme, murió joven pero por sobredosis de existencia, no en pista, ya que sobre lo negro tuvo siempre cogida la medida a la fina línea que separaba ser el más rápido, de comprar todos los boletos para acabar dentro de un ataúd de madera, quizá porque llegó a la Fórmula 1 con los deberes hechos y el apodo «The Shunt» grabado en la frente.