Manda un poco narices que Ferrari pretenda dejar de ser italiana tirando por el camino más ramplón de todos, y toca bastante los huevos que las voces más exigentes hayan surgido de esa estúpida Italia, con perdón de los italianos, que alumbró en su día a genuinos palanganeros como Leo Turrini.
La Scuderia contaba con la pareja más fuerte de la parrilla, pero para qué dejar que Charles y Carlos diriman sus posibilidades en pista cuando desde la prensa se podía malmeter hasta la náusea, con tal de hacer que el fiel de la balanza se incline en 2023 hacia el lado de Il predestinato.