La comencé por el The End y fui para atrás hasta el principio, como me recomendaron, pero F1 The Movie no contiene mensaje satánico alguno ni aclara de qué coño iba Driven, más bien te vomita a la cara por qué resultaba necesario The Movie como apostilla al título.
Volví a verla en su orden natural, no sin antes haber visitado la colina cuya ladera acaricia el viento cuando al atardecer asciende desde el valle, escuchando en la cima Utai IV: Reawakening de Kenji Kawai, obviamente sin desenvainar la katana, con los brazos dispuestos en jarra, recordando que una vez vi a MacGuiver escapar de una turba de integrantes del aznariano Movimiento de Liberación Vasco, que le perseguían entre peñas dando gritos de apache mescalero, disfrazados de pastores del interior de nuestra península con sus zamarras de piel de cordero y sus boinas caladas hasta las orejas.