Compramos todas las carencias del primer anglosajón que pasa por la puerta y así nos va, que ni nos damos cuenta del embolao en que seguimos metidos.
Velociraptores que huelen la sangre y como lo llevan en el ADN pues ¡normal!; historias viejunas de actos testorerónicos nutriendo constantemente nuestro acervo común; metáforas trituradoras; ¡qué cruel es la Fórmula 1, por Dios!; pero Marko mal, muy mal afeando la llantina que le ha entrado a Isack Hadjar, básicamente porque mientras volvía a boxes, el francés ha encontrado en su camino a un Anthony Hamilton que hoy nos brindaba una lección, así, generosote el hombre...