Fuimos jóvenes, tuvimos sueños y gozamos de banda sonora cuando creíamos ser capaces de comernos el mundo antes de la primera derrota, de las siguientes derrotas; de esa derrota en particular que descuadernó nuestro barco, hizo que las tracas del forro saltaran en mil pedazos y finalmente lo varó, herido de muerte, en las arenas que una vez hollaron los pies del equipo de atletismo de Inglaterra.
Bastaba creer. Todo era tan sencillo como creer que la victoria resultaba posible, que el duro entrenamiento servía de algo, que el monstruo dejaría de destruir nuestra infancia, que Isa estaría siempre a nuestro lado...