En la historia de Renault Sport como proveedor de motores cabe establecer dos etapas claramente diferenciadas, y de las cuales, la primera surge de la perentoria situación que sufrió la parrilla tras la constancia de que los motores Cosworth no estaban en situación de plantar cara a los turbo.
A principios de la década de los 80 del siglo pasado, eran muchos los equipos que usaban propulsores Cosworth, pues todavía parecía posible contestar la cada vez más inevitable inercia que metía la F1 en la denominada «era turbo». En 1980 el Williams FW07B, conducido por Alan Jones, se había alzado con el título mundial de pilotos y marcas. En 1981, Nelson Piquet había conseguido el de conductores con el Brabham BT49, aunque era Williams quien revalidaba el título de constructores. Y si estos dos años suponen de facto el último coletazo competitivo del mítico Cosworth DFV 3.0 V8 con base Ford, al siguiente, 1982, Keke Rosberg obtendría el último título individual para este tipo de propulsores con el Williams FW08, aunque Ferrari imponía un motor turbo por primera vez en la historia, haciéndose con la corona de escuderías.