Ferrari también había conquistado el World Sportscar Championship del año 1954, pero las tres carreras iniciales del campeonato 1955 habían dejado claro que su dominio se había evaporado. Tras vencer en los 1.000 Kilómetros de Buenos Aires, la italiana había mordido el polvo en las 12 Horas de Sebring y lo había vuelto a hacer en la Mille Miglia, precisamente ante los Jaguar y Mercedes-Benz (respectivamente), que en las 24 Horas de Le Mans 1955 iban a enfrentarse con ella por demostar cuál construía mejores coches sport, algo que, aunque pueda parecerlo, no resultaba baladí en aquellos instantes en que la industria del automóvil empezaba a dejar atrás los rigores de la postguerra.
Es precisamente la rivalidad palpada en el World Sportscar Championship y la presencia de Juan Manuel Fangio, quien entre otras muchas hazañas ya perseguía su tercer Mundial F1 —circunstancias jaleadas por la prensa generalista y deportiva del momento—, las que sirven de revulsivo para concentrar en La Sarthe a casi 300.000 espectadores que quieren ver con sus propios ojos en qué queda el duelo a tres, independientemente de que, a diferencia de la edición anterior, la panoplia de marcas y vehículos presentes fuese más consistente aunque la inscripción resultara muy parecida.
Es precisamente la rivalidad palpada en el World Sportscar Championship y la presencia de Juan Manuel Fangio, quien entre otras muchas hazañas ya perseguía su tercer Mundial F1 —circunstancias jaleadas por la prensa generalista y deportiva del momento—, las que sirven de revulsivo para concentrar en La Sarthe a casi 300.000 espectadores que quieren ver con sus propios ojos en qué queda el duelo a tres, independientemente de que, a diferencia de la edición anterior, la panoplia de marcas y vehículos presentes fuese más consistente aunque la inscripción resultara muy parecida.