Confiar en que unos ingenieros aerodinámicos resolvieran una cuestión
de diseño en la que se pretendía que la aerodinámica perdiera
importancia, ha venido a ser como apostar a que los mismos hijos de su
madre que nos metieron en la crisis nos podrían sacar de ella,
refundando el capitalismo, eso sí, como diría el duermevelas Sarkozy mientras hacía genuflexiones ante Angelita Merkel.
El nuevo reglamento FIA es un truño manifiesto. A poco de retornar a
Europa —¿de dónde coño habrá salido esto del retorno si las temporadas
siempre comienzan lejos de la cuna de este deporte?—, solo se habla de
aerodinámica porque a pesar de las modernas unidades de potencia que
arrojan en la práctica parecida caballería que los viejos V8, la bendita
disciplina que ha resuelto siempre los más complejos enigmas
deportivos, sigue estando ahí, donde la dejaron los mismos que la han
ido rescatando a poquitos para solucionar una ecuación que tiende a la
misma solución sin que parezca que existan otras.