domingo, 24 de noviembre de 2019

Impertinencias


Que salga Piero Ferrari a decir que en Ferrari hacen falta pilotos que no cometan errores, me recuerda al anuncio de dentífrico en el que una señorita que trata de parecer neutra tirando a normal de la muerte pero no tiene nada que ver con Martirio, va y suelta: «Hay un hombre que me hace sonreír más que mi marido... ¡Mi dentista!»

Bueno, pasando por alto que los maridos convencionales están para otras cosas y rara vez hacen sonreír y así es hasta cierto punto normal que cualquier dentista les quite las pegatinas, tampoco me preguntéis qué relación existe entre lo de Piero y la pasta de dientes (Sebastian mediante), ya que no tengo pajolera idea. 

Sí es cierto que hay una atmósfera de blanqueo en todo lo que tiene que ver con Vettel. Los demás pilotos se equivocan en sus elecciones pero esta vez la que no está correspondiendo es Ferrari, que no ha sabido hacer un pepino para el alemán y, para colmo de males, le ha puesto como compañero un novato impertinente que no entiende lo que significa convivir con una estrella. Sea como fuere, entra dentro de lo razonable que con lo que cuesta por temporada el de Heppenheim se haga estrictamente necesario amortizarlo de alguna manera, incluso asumiendo como mal menor un resquebrajamiento de la ya tocadita imagen de marca de la italiana...

Bien, ya tenemos la pasta dentífrica que abrillanta los dientes una barbaridad —reíros por la coincidencia, pero yo la uso y funciona—, aunque nos faltan la señorita y el dentista. Pero como el chiste sale casi sólo, se puede decir sin temor a errar que ella somos todos los que lo veíamos venir y aguantamos las lecciones de la prensa especialista, los parecidos con Jim Clark y Alain Prost, la vettelada, el vettelismo más rancio, el Mesías de Maranello, Prostvuelve y don Leo Turrini, las consabidas bratwursts y la madre que parió a Peneque, esperanzados en que tarde o temprano acabaría apareciendo el odontólogo que nos arrancaría una sonrisa que ni el marido, ¡oiga!

Y el buen doctor es el bueno de Piero, personaje que normalmente no pinta absolutamente nada pero ha venido a poner en palabras lo que piensa todo el mundo: La Scuderia precisa de pilotos que no cometan errores. 

En el caso del zagal recién ascendido, las posibles meteduras de pata durante la temporada pueden ser asumidas como parte del precio a pagar por la apuesta, en el del tetracampeón del mundo está claro que no. No hay por dónde cogerlo. Vettel no merece el esfuerzo ni el sacrificio, y el hijo de Enzo Ferrari, seguramente sin pretenderlo, nos lo ha servido negro sobre blanco como ya hiciera Sergio Marchionne en 2016 y 2017.

«Hay un hombre que me hace sonreír más que mi marido... ¡Mi dentista!»

Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya lo había dicho Ross Brawn, y se comentó aquí primero. Que a Sebastian, hay que cuidarlo.

Hay que cuidar un negocio que se nutre de los cenutrios que (aún) reivindican al alemán.

Por ejemplo, a dónde va el negocio sin las Vettel's? Esas niñas del club de fans, adolescentes que no tienen ni pechos, que no sabrán aún lo que es un orgasmo.

ivano dijo...

Cuidar a...el que vendía bebidas enérgeticas. Porque lo que es vender una competición adulterada. Pasa que los niños se lo tragan, igual que esas bebidas. Yo desde que volví a los estudios para poder conseguir un mejor empleo, flipo con lo que tragan los críos las bebidas energizantes esas. Antes con café y tira millas... pero se ve que ahora sirve de poco y necesitas algo que te ponga como si hubieras consumido anfetas. Lo mismo que nuestro rubio teutón vitaminado, que no sabe que es competir, y cuando le limaban el culo con un coche un segundo superior al resto todavía fardaba jaja