Se ha montado cierto revuelo porque las autoridades de Zandvoort habían afirmado que ningún piloto o escudería iba a conocer el trazado antes de ser estrenado oficialmente, y supongo que por ir caldeando el ambiente y dejar buen sabor de boca a los aficionados neerlandeses, han permitido que Red Bull y Max Verstappen rueden sobre el asfalto del circuito.
Sacar las cosas de quicio acabará siendo deporte olímpico, como si lo viera, pero mientras su candidatura prospera en redes sociales, decir que rodar con un RB8 de 2012 sobre Zandvoort ha significado poco menos que hacer un Classic Tour para goce de los presentes.
Las diferencias entre aquel año y nuestra actualidad formulera son tan evidentes que produce bastante pereza resaltarlas. Los V8 de entonces no tienen nada que ver con las modernas unidades de potencia. El chasis, la aerodinámica, etcétera, no tienen punto de comparación entre ese ayer y nuestro ahora. ¿Sensores?, ¿pa'qué? ¿Telemetría...?; la telemetría es útil en estos casos si puede ser comparada con telemetrías anteriores, pero me dirán ustedes qué se puede comparar en un circuito que lleva fuera de la F1 35 años y ha sido remozado de forma tal que no lo reconoce ni la madre que lo parió...
No voy a negar que mejor habría sido que se cerrase la boca antes que soltar cosas que no se iban a cumplir, pero es de perogrullo decir que con el piloto holandés en plena efervescencia, la ocasión la pintaban calva: Max estrenando el circuito de casa, ¿quién se resiste a esto?
Os leo.
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