Esta va breve. Albert Uderzo se ha marchado a visitar a René Goscinny y seguramente no vuelve. Hasta aquí todo normal, que decía aquél, la vida es la vida y consiste en una vela de cera que se consume mientras da luz, pero lo malo es que la niñez se me va yendo entre los dedos como la arena seca de una playa y cada vez me quedan menos recuerdos vivos a los que agarrarme.
Dios quiera que la aldea gala de Astérix y Obélix siga resistiendo por siempre jamás a las tropas de Julio César, pero las balas empiezan a silbar demasiado cerca y cada pérdida irreparable suena como el tañido de las campanas llamando a misa de difuntos, a fin de etapa, a cierre de persiana de nuestra librería preferida, a se acabaron los sueños y el soñar...
Os leo.
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