Parecemos nuevos o pretendemos parecerlo, que no sé si es peor. Nos encandila disfrutar de nuestro deporte con ojos de niño, como si realmente existiese la magia, siempre fuese Navidad o Reyes Magos, y la Fórmula 1 no estuviese plagada de feos intereses que la mayoría de veces la convierten en un sistema endogámico donde campan a sus anchas las corruptelas.
El asunto de Ferrari nos ha levantado ampollitas flanderianas y anda el personal rasgándose las vestiduras porque le han hecho pupita, olvidando las numerosas muestras que nos ha proporcionado la FIA a lo largo de los años, al respecto de que hace siempre lo que le sale literalmente de los cogieron, con la estimable ayuda de una prensa pesebrera que, obviamente, también vela por sus intereses más que por los nuestros o los del deporte.
Así las cosas, no merece la pena ni ponerse a desgranar el rosario de anomalías que nos ha brindado la Fédération Internationale de l'Automobile, pero sí recordar las palabras de Ari Vatanen cuando decidió presentar su candidatura a la Presidencia de la FIA en 2009: «Responding to requests from many FIA member clubs, I shall stand for presidential elections of the FIA in October this year. I think the time has come for a change. My main focus is to reconcile views within the FIA and bring transparency to its stakeholders...» [Vatanen to stand for FIA president].
Ya termino. Todt supone el continuismo con esa cultura a la que aludía el campeón de rallies y del Dakar tras haber caído derrotado, y puesto que no se debe pedir peras a un olmo, lo razonable sería que nos dejásemos de hacer seguidismo con la prensa y le reclamásemos a ella, antes que a nadie, que mueva un dedo para que las cosas cambien definitivamente, ya que el problema no es Ferrari ahora, ni Mercedes AMG la semana pasada, ni Mercedes GP con el Pirelligate, ni Red Bull antes, ni siquiera Clarlie Whiting, etcétera, etcétera, etcétera, sino la FIA y su cultura, un modo de hacer las cosas donde prima un fin superior en el que, desgraciadamente, no cree nadie.
Os leo.
El finlandés perdió las elecciones frente a Jean Todt, candidato apoyado por Max Mosley y el apparatchik, pero el asunto no estuvo exento de polémicas porque, en plena carrera presidencial, Vatanen puso una demanda a la FIA por las garantías insuficientes que planteaban las elecciones, que quedó en nada porque se zanjó con un acuerdo previo [Ari Vatanen drops legal challenge to FIA presidential voting].
Seguro que os va sonando... En fin, el de Tuupovaara no consiguió los apoyos necesarios porque hubo quien le traicionó en el último momento. Perdió las elecciones, que es lo importante, y lo hizo a pesar de ser el candidato de los aficionados, quienes vimos en él la posibilidad de terminar con la opacidad de la institución y de que alguien se pusiera a limpiar las alfombras de Place de la Concorde con la ventanas bien abiertas, que buena falta hacía ya entonces. En sus declaraciones finales, Vatanen resulta afiladamente claro: «... prouve qu'il est très, très difficile, voire impossible, de changer la culture de la FIA» [Pour Vatanen, «la grande famille de la FIA méritait mieux»].
Ya termino. Todt supone el continuismo con esa cultura a la que aludía el campeón de rallies y del Dakar tras haber caído derrotado, y puesto que no se debe pedir peras a un olmo, lo razonable sería que nos dejásemos de hacer seguidismo con la prensa y le reclamásemos a ella, antes que a nadie, que mueva un dedo para que las cosas cambien definitivamente, ya que el problema no es Ferrari ahora, ni Mercedes AMG la semana pasada, ni Mercedes GP con el Pirelligate, ni Red Bull antes, ni siquiera Clarlie Whiting, etcétera, etcétera, etcétera, sino la FIA y su cultura, un modo de hacer las cosas donde prima un fin superior en el que, desgraciadamente, no cree nadie.
Os leo.
1 comentario:
Vamos, que si hay cuchara, cazo, olla, no hay dios que meta la mano porque está todo bien repartido. Algún día coindiré con Charlie y Bernie en el infierno, y les preguntaré en un flemático inglés todo el temario jaja
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