Leí el verano pasado Licorería, un poemario maravilloso de Jero, y le estoy dando una segunda vuelta estos días porque la poesía no tiene fecha de caducidad y permanece viva allá cuando la tomes en tus manos, sin importar demasiado el momento, vaya...
Jero y yo compartimos aficiones, como la Fórmula 1, Fernando Alonso, Gay Talese y Truman Capote, y al hilo, no entiendo cómo es posible que nuestros modernos redactores de contenidos y juntaletras varios, no se hayan tomado en serio eso tan socorrido de aprender de tus mayores.
Me faltan unas páginas para completar otra vez más El silencio del héroe —como lector compulsivo simultanéo algunas obras, entre las que se encuentran ahora mismo Los misterios de Ayrton Senna [Los misterios de Ayrton Senna (Carlos Castellá)] y Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda—, y me sigue alucinando el pulso que imprime a sus líneas Talese, en esa búsqueda perpetua por encontrar la verdad en una modalidad de deporte en concreto, o en todas, que al final es lo que hace la magia de acercarlo al público: la sensación de que el periodista está desvelando a los sentidos un evento especialmente particular que adquiere su verdadera dimensión en su modo de narración y en cómo la lee o escucha el lector u oyente...
Algo ha pasado cuando hemos permitido que nuestro moderno periodismo haya olvidado estas sencillas raíces para abonarse al copia y pega, al Google translate, o al liso y llano te buscas las fuentes tú porque bastante tengo con hacer que te informo.
Proporcionalmente hablando, me refiero más veces en Nürbu a nuestro modelo de información que a la sustancia de nuestro deporte. Plagado de bulos, chismorreos, postureos y noticias sin contrastar, nuestro horizonte pasa por atravesar sin daño infinitos territorios anegados de arenas movedizas, y no, sinceramente lo digo: no es plan.
Nuestros buenos periodistas (que los hay, y en abundancia) sufren para llegar a fin de mes. Cualquier imbécil juega a cazarlos en redes sociales y el repliegue es algo más que sintomático de los tiempos que corren. Nadie lee a Talese o a cualquiera de nuestros maestros, Alcántara, pongamos por caso, y la idiocia se abre paso como una peste que acabaremos lamentando. La información es un derecho, pero lo hemos olvidado y ni se nos ocurre reclamarlo. Lo tenemos bien merecido, la verdad, pero produce una pena tremenda comprobarlo.
En casa. Os leo.
Nuestros buenos periodistas (que los hay, y en abundancia) sufren para llegar a fin de mes. Cualquier imbécil juega a cazarlos en redes sociales y el repliegue es algo más que sintomático de los tiempos que corren. Nadie lee a Talese o a cualquiera de nuestros maestros, Alcántara, pongamos por caso, y la idiocia se abre paso como una peste que acabaremos lamentando. La información es un derecho, pero lo hemos olvidado y ni se nos ocurre reclamarlo. Lo tenemos bien merecido, la verdad, pero produce una pena tremenda comprobarlo.
En casa. Os leo.
1 comentario:
Hola Jose,
permite que te tutee, no te conozco pero te leo ya desde hace unos años, quería agradecerte tu trabajo y la labor que estas haciendo en estos días de obligado confinamiento para entretenernos a los "locos" de los coches.
Gracias y un abrazo.
Ibon
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