martes, 16 de octubre de 2018

Los gurúes en Babia


Mika Hakkinen no es sospechoso de odiar la Fórmula 1, ni siquiera de malmeter para que se arruine como deporte, más bien, diría que sus críticas son siempre acertadas y están enfocadas a que mejore como espectáculo.

Este abril pasado, el bravo finlandés reflexionaba en los siguientes términos sobre las tres unidades de potencia para toda la temporada: «Cette année, chaque pilote ne peut monter que trois moteurs pour les 21 courses de la saison, ce qui est un défi incroyable pour les ingénieurs et les pilotes. Quand j’ai débuté en Formule 1, il était commun de remplacer le moteur après les essais libres et à nouveau avant la course...» [Quand j'ai débuté en F1, il y avait 3 moteurs par GP].

Bueno, el bicampeón del mundo 1998/1999 no es el bicampeón del Mundo 2005/2006 y sus consideraciones no levantan tanta ampolla entre los mamporreros patrios, más dados a criminalizar al último sencillamente por ser quien es que. De hecho, las palabras y reflexiones del asturiano suelen importar un pimiento porque son fruto de la envidia o la frustración o porque la F1 siempre ha sido así y tal.

Pero a lo que vamos, el de Vantaa ha vuelto recientemente a la carga, esta vez para señalar a los neumáticos y la ausencia de entrenamientos como causa del enfriamiento que sufre el espectáculo: «In my opinion it could be much more useful if the young drivers can test and develop themselves. Whatever sport you do, if you cannot practice, how do you improve? Of course the technical side of the cars, how do you develop the engine and chassis if you're not allowed to test? Yes, of course you can go into computers and simulations but they are not in a real world...» [Formula 1 needs a tyre war, says Hakkinen].

Lo cierto es que bien se podría decir que con esto llevamos mucha ventaja. Son años de remarcar lo evidente aunque el premio haya consistido en que nos consideren conspiranoicos, malos perdedores, envidiosos como Fernando, pésimos aficionados, ingenieros de sofá, etcétera, etcétera, etcétera. Pero Hakkinen es la prueba del algodón de que no andábamos nada descaminados. 

La Fórmula 1 lleva tiempo cavándose su propia tumba mientras erige ídolos con piezas de Lego, que son consumidos sin pestañear por una afición que acusa de formuleros o forofones a quienes ponen en tela de juicio el statu quo. Hay mucho miedo a criticar y en cierto modo es comprensible, ya que viven literalmente en Babia los gurúes que mantienen la llama de la virtud en alto. Que no es por ofender a nadie, pero es todo un Mika Hakkinen quien nos está diciendo que nuestra actual Fórmula 1 no es como la de antes, ni lo parece, y lo más importante: que resulta manifiestamente mejorable.

Os leo.

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