viernes, 19 de octubre de 2018

Correr en lluvia


Ni en esto nos parecemos a «antes»...

Si manda un poquito de narices que año tras año busquemos el espectáculo como Sísifo que su coño piedra se quedara quieta, duele comprobar, una vez más, que por mor de la excelencia ingenieril se insista en aniquilar una de las circunstancias que ha hecho que la Fórmula 1 sea lo que es: correr en lluvia.

Es tan grave la cosa que el nombre de este blog no tendría ningún sentido si en 1968, un suponer, primaran las mismas condicionantes que ahora. El Gran Premio de Alemania de aquel año no se habría podido disputar y Jackie Stewart jamás habría llamado The Green Hell al Nordschleife. Mónaco 1984 tampoco se habría celebrado, ni siquiera para ser acortado en duración por razones de seguridad. Ayrton Senna y Stefan Bellof seguramente no serían recordados como lo son ahora. Borrad Donington Park 1993. Tachad a Rudolf Caracciola y Alberto Ascari y sus sobrenatural capacidad para ser veloces sobre mojado. Olvidad todos los nombres y recuerdos que no me caben en este párrafo y lo que significaba para nosotros, hasta hace poco, la palabra Rainmaster...

Llueve sobre Austin y en el COTA el mundo se ha detenido como un reloj roto. Han obrado el milagro los pocos neumáticos de agua disponibles para cada monoplaza y unos coches que no están diseñados para este tipo de aventuras. A los pilotos les habría gustado poder correr. Mariano Medina nos habla desde el viejo televisor en blanco y negro del anticiclón de las Azores y de cómo el aleteo de una mariposa en Pekín puede originar un huracán en la californiana Los Ángeles.

«In the water the boys are separated from the men...»

Os leo.

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