Produce una pereza espantosa, pero hoy, cuando cerramos el mes de octubre, toca hablar (de nuevo) de estos artistas del postureo que han salido en masa a clarificar las cosas y reescribir la historia porque el quinto título de Lewis ha cerrado muchas bocas (sic).
Pasando por alto que hay que ser muy cenutrio para no haber visto desde comienzos de temporada que Hamilton tenía al menos el 50% de papeletas para coronarse campeón en 2018, chirría especialmente el empeño en que Lewis resulte un Lewis diferente al que conocemos. Y es que nos pongamos como nos pongamos, ni el final de 2008 va a cambiar; ni van a dejar de existir las maniobras políticas del británico durante 2014 y 2015; ni Rosberg dejará de ser Campeón del Mundo 2016; ni, por desgracia para los tifosi, Vettel evitará suicidarse en 2017 y 2018 —deportivamente hablando, of course!
Lo escribía el domingo pasado: «... se merece disfrutarla de pleno sin que nadie rebusque en los armarios, porque son los cinco de Lewis, suyos, tan intransferibles como los del de Balcarce» [Los cinco de Lewis], así que ni Fangio ni chorraditas, por favor.
Max Verstappen y Fernando Alonso, entre otros, no critican desde la mezquindad ni la envidia cuando señalan la enorme diferencia existente entre los coches ganadores y el resto. Tampoco son irrespetuosos afirmando que es más fácil ganar un título cuando llevas bajo el culo un Red Bull de la saga RB6 a RB9 o un Mercedes AMG del linaje W05 a W09. Están siendo meridianamente claros porque los últimos reglamentos han definido una etapa de nuestro deporte —por cierto, llamada de ingenieros—, en la que la labor del piloto pesa bastante menos que antes. Más facilona para el conductor, en una palabra.
Max Verstappen y Fernando Alonso, entre otros, no critican desde la mezquindad ni la envidia cuando señalan la enorme diferencia existente entre los coches ganadores y el resto. Tampoco son irrespetuosos afirmando que es más fácil ganar un título cuando llevas bajo el culo un Red Bull de la saga RB6 a RB9 o un Mercedes AMG del linaje W05 a W09. Están siendo meridianamente claros porque los últimos reglamentos han definido una etapa de nuestro deporte —por cierto, llamada de ingenieros—, en la que la labor del piloto pesa bastante menos que antes. Más facilona para el conductor, en una palabra.
Entre las limitaciones de entrenamientos y las técnicas, la influencia de las conversaciones por radio entre habitáculo y muro, el sentido del espectáculo que tiene la FIA, las estrategias, las ruedas de las que hablábamos hace unas horas y un montón de factores más, muy bien se podría decir que los Mundiales actuales gozan de escapatorias de cemento en vez de gravilla, lo que permite reengancharse con suma facilidad al campeonato y asumir muchos más riesgos que hace unos años.
En sentido estricto, esto ni es bueno ni malo, es lo que hay. Y los afectados que pasean por las redes sociales peluca y ropas de raso con encajes y puntillas, deberían cuidarse de no abrir demasiado su propia boca antes que andar recordando a los demás que el quinto de Lewis ha cerrado muchas (sic), ya que de 2009 a esta parte, abrir armarios se ha convertido en deporte de alto riesgo. Vas a por una pizca de épica y te expones a llevarte tres o cuatros sustos como regalo...
¿Que bocas se han cerrado, almas de cántaro?, ¿qué bocas se han cerrado...?
¿Que bocas se han cerrado, almas de cántaro?, ¿qué bocas se han cerrado...?
Os leo.
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