En el descerebre en que estamos sumidos, choca bastante que el Toyota dorsal número 8 no pueda ser llamado «el coche de Alonso» porque también lo conducen Kazuki y Sébastien, y sin embargo, que supuestamente la japonesa quiera que gane el asturiano por temas de mercadotecnia, publicidad y tal, no afecte para nada a los suertudos Buemi y Nakajima, que recordemos: van en el mismo barco, of course!
Pasando por alto que el planteamiento resulta chungo desde su misma raíz, ya que implica que las escuderías, o los equipos en este caso, carecen de intereses comerciales y deben abstenerse de obrar en consecuencia, cabe decir, para que nos entendamos, que esto viene a ser como si se le exigiese a Mercedes AMG que no apostara claramente por Lewis Hamilton en el Mundial F1, o que Ferrari no lo hiciese con Vettel.
La Resistencia es diferente a la Fórmula 1, pero gracias a Dios no tanto.
Así las cosas, de tanto retorcer la realidad, o al menos intentarlo, se está creando un completo sindiós con Fernando Alonso como epicentro, en el que encajan perfectamente chorradas como las que comentaba al inicio de esta entrada.
Es obvio que el coche sólo de Alonso no existe porque el de Oviedo forma parte de una de las dos tripulaciones que ha presentado Toyota en las 24 Horas de Le Mans 2018, que son, también las representantes de la nipona en el supercampeonato WEC (World Endurance Championship FIA), disputa que como sabemos a estas alturas de la película, durará hasta agosto de 2019. Y también es obvio, o me lo parece, que si la varita mágica toca a Alonso, desde luego tocará a sus compañeros.
Dos tíos con suerte, con suerte de la buena. ¡Qué suerte! Menos mal que estamos en mitad de una prueba y nos queda por delante una competición que comenzó en Spa-Francorchamps y terminará el año que viene aquí mismo, en Le Mans.
Os leo.
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