sábado, 16 de junio de 2018

Pierre Levegh #25TLM18 [07]


Levegh, desgraciadamente, es mundialmente conocido por haber sido el causante del brutal accidente habido en las 24 de Le Mans de 1955, cuya consecuencia fue su propia muerte y la de casi un centenar de personas que se encontraban entre el púbico asistente, así como que Mercedes-Benz abandonase la competición automovilística, nominalmente hasta que retornó en 2010 a la Fórmula 1 aunque andaba por ahí su participación en el DTM alemán.

Pero el piloto parisino además de esto supone la sustantivación de lo que son las 24 Horas de Le Mans, y con vuestro permiso prefiero recordarlo asi este atardecer de junio que languidece en Gorliz.

Si un coche debía durar una carrera completa desarrollada a lo largo de 24 horas consecutivas. Si su mecánica, sus neumáticos, los frenos, etcetera, debían superar esta dificilísima prueba incluso mediante cambios y reparaciones, ¿por qué no el piloto?

Levegh es uno de esos hombres que escaseaban entonces y escasean en la actualidad. El típico individuo que se hace preguntas y busca las consiguientes respuestas. 

En 1952 se propone saber hasta dónde es capaz de llegar un hombre en Le Mans y él mismo será el conejillo de Indias de su experimento. Solo, va a conducir solo. Tratará de llevar su Talbot-Lago T26 GS Spider en solitario hasta la meta. Sin ayuda, sin relevos, a puro huevo, y pagará caro su atrevimiento, no tanto porque el cansancio le juegue una mala pasada en la última hora, sino porque el tiempo y nuestra pereza han logrado que olvidemos lo que hizo en las 23 restantes.

Si existe un ejemplo, una simbiosis perfecta que metabolice y sintetice lo que significan realmente las 24 Horas de Le Mans, todos deberíamos verbalizar el nombre y apellido de un personaje que no ha tenido igual en toda la historia de la mítica prueba francesa.

Pierre Levegh y su Talbot son las 24 Horas que habría querido recrear Steve McQueen. Las 24 Horas que ganábamos cuando niños antes de conciliar el sueño. Esa hazaña irrepetible indicada más para gigantes que duermen con un ojo abierto que para los vulgares mortales. Solo al volante, solo de noche, condenado a estar solo en el peñón de If durante una carrera interminable, Pierre no puede ocultarse de sí mismo, y el Pierre del otro lado del espejo le vence en desigual combate, y nosotros recordamos del gran Levegh su cara más amarga olvidando la otra, la profundamente interesante, porque a ver, ¿qué hace un hombre solo al volante intentando luchar inútilmente contra su destino?

Os leo.

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