No merece ni la molestia

Ferrari así no va a ninguna parte y lo peor es que lo sabe. Y digo que lo sabe porque no se sacrifica a Charles Leclerc a mayor gloria de Sebastian Vettel por negligencia o inconsciencia.

Para desgracia del tetracampeón del mundo su actitud ya no es excusable. Siempre ha precisado de que sus equipos ataran en corto a sus compañeros pero con el monegasco la cosa no funciona, como tampoco funcionó en 2014, cuando el alemán militaba todavía en Red Bull y compartía casa con Daniel Ricciardo. Sea porque a Mark Webber y Kimi Raikkonen tal vez les faltaba el puntito de hambre que les sobra al australiano y a Leclerc, la convivencia del de Heppenheim con ellos fue hábilmente acallada en base a números y sucesivos expedientes X, pero con aussie junior no pudo ser y con Charles todavía menos.

El SF90 es la máquina del de Montecarlo, no la del Mesías de Maranello, y esto se nota desde Melbourne y esto es lo que jode a los tifosi, porque conteniendo a Leclerc se está matando la oportunidad de pillar a Brackley ya que Vettel es incapaz de entender su papel en La Scuderia, lo que significa la de Il Cavallino Rampante, y sigue dejando que arriba le hagan el trabajo sucio con tal de seguir agrandando su cada vez más escuálida estela.

Sebastian sabe perfectamente lo que se cuece entre bambalinas, le bastaría asumir que atraviesa horas bajas, dejar que el mejor de los rossi haga su trabajo y juramentarse a apoyarlo. Pero lo triste de esta historia es que ni lo ha hecho ni lo va a hacer porque este cuadro no le entra en la cabeza. 

Es el número uno de la escuadra y aunque nos vayamos al carajo, pretende que sigamos creyendo en él gracias a que el paniaguado de Binotto se encarga de pasar a limpio su incapacidad para liderar el proyecto, como hicieron antes Marko, Horner o Arrivabene.

Más allá de las estadísticas y los tiempos en verde o en morado, la competición es sensaciones, y las que destila el alemán en pista son pobres, demasiado pobres para aceptarlas así como así.

Contento de haberse conocido creerá a estas horas que ha sido capaz de terminar el Gran Premio de China en tercera posición porque su coche no daba para más, pero todos sabemos lo que ha pasado realmente: Mercedes AMG ha vuelto a firmar un nuevo doblete, el tercero consecutivo, por la inanidad de Maranello. Brackley se escapa en las tablas de Constructores y Pilotos y esto recién acaba de comenzar. Vettel tapa el culo de Binotto y éste le devuelve el favor consintiendo que la tercera buena máquina en estos últimos tres años, caiga de nuevo por goleada sin que sepamos realmente ni dónde está ni dónde puede llegar.

Leclerc podría haber resuelto el enigma en Shanghai como vimos que hacía en Sakhir, pero no interesa, aceptémoslo. A Ferrari no le merece ni la molestia de intentarlo porque también sabe de sobra el escenario que iba a descubrir con ello; así que toca joderse, y disculpadme la expresión, ya que cualquier cosa parece mejor que enfrentarse a una realidad plagada de complejos que apunta a que este año los tifosi volvemos al mantra de el dominio de Mercedes AMG es incontestable, y ojito que no nos pase por encima Red Bull.

Os leo.