miércoles, 10 de junio de 2015

Con su permiso


A pesar de que todo el mundo sospecha que Chabelita ganará Supervivientes, ya que en boca de Jorge Javier: es una auténtica superviviente, el programa sigue arriba en el ranking de audiencias pues se supone que existe algún tipo de aliciente cuyo sentido que se me escapa, en asistir a ver cómo el reloj señala puntualmente las 12 a medianoche.

Ya pasó con la Princesa del Pueblo en Gran Hermano, y aunque a mi madre le digo que me preocupa más discernir qué coño se le pasaba por la cabeza a Nacho Vidal, para aceptar hacer de papel de contraste en un experimento social que sin su participación habría perdido muchos enteros, ella, Amama, me la tiene guardada y mientras se niega a renunciar a seguir viendo Tele5, los domingos de carrera me pregunta maliciosa: ¿qué le pasa a Alfonso que siempre abandona?

Ya os comenté en su día, que mi progenitora pertenece a esa estirpe de madres que tan bien retrata Luis Piedrahita en su sketch. A lo largo del tiempo, Matilde ha acuñado un sistema de comunicación que estoy seguro le permitirían entablar conversación incluso con los extraterretres, y claro está, una vez reaccionas afirmativamente al nombre Alfonso como si supieses a quién se refiere, te metes en el papelón de asimilar que «el morenín» es Lewis, Kimi «ése, sí hombre, ése», Sebastian «el de la papada», Daniel «el simpaticote» y Fernando, pues eso: «Alfonso».

Íntimamente, siempre he sospechado que Amama es de Hamilton, pero eso no hace ahora al caso, que bastante tengo con explicarle que no estamos pasando por una bonita etapa.

—¿Pero Alfonso siempre está igual, no?

—Pues sí, mamá. Pero es que esto no es tan sencillo como parece...

Le doy largas mientras le dejo ver Sálvame y Supervivientes, y los documentales sobre animales de no sé qué cadena y las películas de Paramount Channel, y cómo puntualmente, todas las noches a las 12, amanece una nueva madrugada. Sé que lleva razón pero no puedo dársela ni explicar siquiera por qué no puedo hacerlo. 

Pero recuerdo a los que cuando Martin Whitmarsh anunció en 2013 que McLaren apostaba por Honda, olvidaron cómo son de raros los japoneses, qué estructura jerárquica siguen, cómo de complicados son de entender. Y no nos advirtieron entretanto, que el matrimonio entre la británica y la nipona sonaba a divorcio seguro, porque estaban embelesados con aquella vieja historia que narraba que Honda, Woking y Ayrton Senna, firmaron junto a mi Alain, una de las páginas más hermosas de nuestra deporte.

Hoy los chacales muerden los cuartos traseros de una bestia que no ha hecho sino echar a andar, y sé que comprenderán que llegado el momento, les busque uno a uno para arreglar cuentas, porque con su permiso, puedo decir bien alto que creo en este proyecto, al menos con la misma intensidad con la que una pandilla de gilipuertas tildaron de Yellow Tea Pot a un trasto que estaba llamado a marcar un época, cuando lo que molaba era rendir pleitesía al Lotus 78 de Colin Chapman.

Nos veremos las caras, os lo advierto. Esto no ha hecho sino comenzar.

Os leo.

4 comentarios:

Aficionando dijo...

Muy bonito.
Estas madres... Mi suegra, cuando vamos a verla y coincide con la F1, me pregunta mientra veo la carrera ¿qué tal van las motos? ¿Corre Fernando?

chema dijo...

Yo diría que el McLaren necesitará al menos una temporada mas para ser competitivo.

GRING dijo...

Acojona solo pensar que Honda lo haya vuelto a hacer: una mierda de motor. Esperaremos acontecimientos, pero mi sensación es que nos movemos en el ámbito de las creencias, de la fe, de la religión pura y dura.

Anónimo dijo...

Seamos realistas, pidamos lo imposible.

Si con menos, no nos llega.

Preguntarle a Ferrari, si no quisieran ser ellos. Quienes sacaran de la galera un cacho motor para llegarles a los Mercedes. Ver a Lewis sudar para mantener la punta.