sábado, 13 de junio de 2015

Nocturnidad #25TLM15 [00]


En el momento de publicar estas líneas, se ha dado el banderazo de salida a una de las pruebas más emblemáticas del mundo del motor: las 24 Horas de Le Mans, cita que junto a las 500 Millas de Indianápolis y el Gran Premio de Mónaco, pasa por ser uno de los tres pilares indispensables del motorsport.

Desde ya mismo y hasta mañana domingo a las 15:00 horas, los participantes buscarán la victoria dando más vueltas que sus rivales al circuito de La Sarthe, en una modalidad de competición que desgraciadamente ha ido perdiendo relevancia con el paso del tiempo por el enorme riesgo que entraña.

El propio campeonato WEC (World Endurance Championship) se ha decantado mayoritariamente por las llamadas carreras al sprint —6 horas de duración máxima—, permitiendo que las 24 Horas sean la única representante en el calendario de Resistencia FIA, que nos recuerda un pasado en que lo habitual era precisamente, que los pilotos se jugasen la vida corriendo durante un día completo, obviamente, con su noche correspondiente.

Es peligroso, sí, pero sin duda también es tremendamente atractivo porque la oscuridad supone en sí misma una prueba dentro de la prueba, ya que en Le Mans no hay apenas presencia de iluminación artificial. Existen zonas iluminadas, lógicamente, pero la mayor parte del recorrido nocturno se realiza a pelo, con la única ayuda de los potentes focos de los coches acariciando con su luz el negro asfalto, y esto supone aumentar la complejidad de una disputa ya de por sí bastante complicada.

Este año se esperaba la aparición de la lluvia, aunque a la hora de escribir esta entrada queda prácticamente descartado que lo haga salvo para amenizar los últimos giros al trazado, pero ya durante el día de mañana. No obstante, el cielo sobre el circuito permanecerá cubierto de nubes y la luna apenas supondrá un guiño de luz porque nuestro satélite se encuentra en fase menguante —el próximo martes la Tierra lo eclipsará por completo—.

¿Y por qué me atrae tanto la noche en Le Mans?

No sabría decirlo, o sí. Como hábitat, la noche es siempre un lugar mágico. Cuando joven, en mis numerosas correrías por los montes de Bizkaia, era habitual que emprediésemos camino cuando el sol había desaparecido. Así, mis compañeros y yo descubríamos los mismos lugares que habíamos visitado con anterioridad, bajo una perspectiva radicalmente nueva. Disfrutábamos como jabatos aunque alguna vez llegamos a pasarlas francamente canutas. Si había suerte y la luna dominaba el cielo, el trayecto adquiría una belleza que es muy complicado de plasmar con palabras. Los ojos se acostumbran y acabas siendo capaz de ver casi como durante el día. Si no había suerte o las nubes impedían la magia o la niebla nos envolvía, las linternas hacían el trabajo sucio aunque a cambio, el silencio se hacía más y más espeso y lo que te rodeaba, más ininteligible, amenazante y desconocido.

Sea como fuere, siempre ha atraído imaginar a esos pilotos y sus máquinas adentrándose en la noche tras varias horas de esfuerzo, y entiendo perfectamente por qué las 24 Horas de Le Mans no serían lo mismo sin esa nocturnidad traicionera que las hace tan diferentes a todo lo conocido, por mucho que lo hayas disfrutado infinidad de veces. 

El hombre y sus retos incomprensibles. Tiene que ser eso...

Os leo.

1 comentario:

odicha dijo...

La noche en Le Mans es algo así como el último reducto. Para los que gustamos de esa épica, y que poblábamos las cunetas en los 80, esperando que al sonido de los motores les acompañara la luz al llegar a nuestra curva.