sábado, 13 de junio de 2015

Si cuaja #25TLM15 [04]


Una de las cosas que más les cuesta meterse entre ceja y ceja a Bernie y su tropa, es que la innovación puede ser tan noticia como cuatro campeonatos consecutivos.

Afirmas que te presentas a disputar la máxima categoría en Le Mans (LMP1), montando un propulsor delantero cuando eso está reservado a algunos dignos representantes de los rangos inferiores, y tienes una bonita cuota de hype asegurado. Te montas una película radicalota en la que tu coche parece que va para atrás pero haciendo que va para adelante, y consigues que se hable de ti hasta en los bares de los pueblos más chuiquitos, que me ha pasado, no es por nada. Apuestas por el deltawing en etapas anteriores y te pasas al GTR LMP1 Nismo en 2015, y has ganado las 24 Horas aunque quedes el último.

La prueba francesa tiene un impacto mediático tan grande, que la mera intervención en ella no se puede medir a la ligera.

Admito que haya a quien no le gusten estos experimentos, que se los critique por ser poco menos que aberraciones que sólo se le ocurrirían al que asó la manteca, pero no se puede negar ni aunque se quiera, que al engendro de Nissan lo conocen en todas partes y que la circunstancia supone un éxito rotundo que sólo se da en un entorno tan prolífico y propicio a las novedades como el que propone Le Mans.

La rancia concepción del reglamento que impera en la Fórmula 1, no tiene nada que hacer ante las dosis de creatividad que alientan las normativas de la Resistencia. Y éste es un hecho incuestionable que lleva tiempo martirizando los flancos de la que se autodenomina máxima categoría de la competición del motor para desgracia de sus numerosos aficionados.

En 1977 coincidieron tres ideas descabelladas en Fórmula 1. Por un lado amanecía la tecnología turbo de la mano de Renault, por otro, la experiencia coche ala propuesta por Lotus, que llevaba al extremo las ideas planteadas por Tony Rudd y Peter Wright casi una década antes, sobre el BRM Wing Car P142 de 1969. Y por último, el fabricante Michelin se estrenaba en la máxima categoría con los neumáticos de arquitectura radial.

La idea de propulsores turboalimentados generó más de una chufla, hasta el punto de que al Renault RE01 se le denominaba por su competencia en la parrilla, como «Tetera amarilla» (The yellow tea pot). La idea de coche pegado al suelo en curva no disfrutó de mejor fortuna. Generó demasiado miedo, tanto, que Brabham respondió con su BT46B (ventilador) a la iniciativa de Colin Chapman, aunque acabaría perdiendo el pulso porque sería prohibido tras su victoria en el Gran Premio de Suecia de 1978.

La idea de Michelin tampoco tuvo mayor impacto en la supuesta máxima disciplina hasta que tiempo después, turbo, downforce extrema y neumáticos radiales, coincidieron para definir la etapa más brava y electrizante de todos los tiempos.

¿Quién es el guapo que se ríe ahora del Nismo? Es un proyecto en sus primeros pasos, al que nadie puede negarle que ha llegado golpeando dos veces a la puerta, aunque sea sólo en cuestión de imagen. ¿Pero y si cuaja gracias a que en Le Mans casi todo es posible?

Os leo.

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