martes, 2 de junio de 2015

El sitio de mi recreo


Poco a poco nos vamos acercando al ecuador de la temporada y no sé muy bien por qué, tengo tarde de Antonio Vega. 

Quizá sea porque en la madrugada de ayer, definitivamente se disimulaba entre las brumas una de esas sombras que han servido de decorado a mi vida. Tal vez, por qué no, porque estoy en esa etapa de mi existencia en que vivo cuidando encinas viejas como si fuesen retoños y sé muy bien que un abrazo jamás explicará lo que siento, o porque se me da mejor escribir que hablar o porque ni siquiera sé qué decir hasta que me pongo aquí y dibujo la primera palabra, sufro en estos momentos de un acceso de egoísmo que necesito calmar cuando la luz más preciosa ilumina Gorliz, y no de noche, cuando maúllan los gatos a la luna.

Pero nos acercamos a Canadá y estamos en que Antonio puntea con su guitarra unos compases iniciales que inevitablemente recuerdan a Silvio Rodríguez en su Quién fuera.

La isla de Notre-Dame no es sino un montón de escombros sobre el río San Lorenzo, surgido a lomos de las necesidades del metropolitano de Montreal con la intención de servir de suelo a la Expo 67, evento con el que Canadá celebró su centenario. Años después, y transformada en su superficie con más y más relleno, cobijó parte de la Olimpiada de Montreal 76, ofreciendo una piscina de remo olímpico que a decir de los expertos, resultó una maravilla.

Quedaba espacio y había ganas, y por ahí suelto, un quebequés de pequeña estatura y gigantesco talento que militaba entonces en Ferrari, y la ciudad decidió invertir en un circuito que pudiese albergar una prueba del Mundial donde los canadienses pudiesen disfrutar de su compatriota.

En 1978 se estrenaba el trazado que sustituía a Mosport Park en el calendario, aunque resulte difícil reconocerlo hoy en día porque la línea de arrancada y meta no estaban situadas donde lo están ahora, sino a la salida de la horquilla en la que por poco se mata Robert Kubica en 2007. Epingle des Stands, así se denominaba entonces. Epingle du Casino se denomina en la actualidad. 

Ganó Gilles ante su público y sobre una pista que ganaba enteros con la curva Casino, pero cuando el 8 de mayo de 1982 el canadiense perdía la vida en Zolder, nadie quiso olvidarlo.

île Notre-Dame pasó a llamarse Gilles Villeneuve aquel mismo año, como Interlagos adoptó la denominación de José Carlos Pace, con la misma naturalidad con que Red Bull sustituía la temporada pasada el nombre de la curva Niki Lauda Kurve por Pirelli Kurve (sin duda mucho más relevante para el automovilismo), en el Red Bull Ring...

Y aquí estamos, escuchando a Antonio Vega, acercándonos a Canadá, y recordando con la misma, que una vez fuimos porque teníamos referencias a las que agarrarnos y en las que sostenernos, que por desgracia no han soportado como quisiéramos, el inexorable paso del tiempo.

Te daré la mano, cuñado. Quizá te abrace y comente algo, pero no sabrás jamás cómo me duele lo que te está pasando.

Te leo.

2 comentarios:

Aficionando dijo...

Que llamaran Pirelli Kurve a la Lauda Kurve tiene cierta lógica en el Circuito de Red Bull. La marca del jarabe para adictos a la ruta del bacalao le debe más a Pirelli que al único austriaco tricampeón de la F1, por lo visto.

Nacho Lascaray dijo...

Igual sí se da cuenta...., hay veces que las palabras sobran y lo importante es , simplemente , "sentirlo".