Estamos a las puertas del Gran Premio de Gran Bretaña mientras por un lado, los talibanes del escepticismo celebran el final de Milenio 3, y por otro, los de la herencia recibida, que Grecia cierra mañana sus bancos y la bolsa helena, como si ello supusiera una derrota de un gobierno que apenas lleva seis meses desempeñando su cargo.
También es verdad que hay quien festeja en estos momentos, que Nelsinho Piquet se haya proclamado flamante vencedor de ese campeonato de saldos que conocemos como Fórmula E, que ni me gusta ni ganas que tengo aunque me alegre por Adrián Campos y su equipo. Pero a mí me ha dado por recordar que tengo numerosas cuentas pendientes que tendré que comenzar a saldar a partir del domingo que viene, entre otras cosas, porque en Silverstone siempre apuesto a ver de nuevo a Jim sobre su coche verde con librea amarilla, recorriendo las rectas y curvas de un mundo que no habrá de volver jamás ya que se hizo jirones de niebla acompañando en su último viaje a mi hermano Julián.
Fernando tiene suerte. Somos legión sus seguidores. Durísimos como roca y dispuestos a darlo todo como aquellos que acompañando a Léonidas, contuvieron a Jerjes en las Termópilas al grito de ¡Aú, aú, aú! También tenemos suerte nosotros, sin duda más que él. Y de entre todos, el más afortunado soy yo por razones que no viene al caso contar.
Esta entrada hace la 2.496 de esta miseria de blog que echó a andar en agosto de 2007.
Sí, ya sé que lo de las correcciones del libro parecen haber atemperado mi ánimo. Que no parezco el mismo salvo en contadas ocasiones. Que no escribo tanto como antes, que he dejado a demasiada gente en el camino... Pero precisamente por todo esto, querría devolverle a Fernando esta noche, una parte de lo recibido llevándomelo de lobas, enseñándole a pisar el terreno helado sin hacer ruido, a seguir huellas y a oler el aire en mitad de la noche. A saltar de balcón en balcón bajo la nieve para mostrarle a Sebastian lo que siginifica realmente la palabra sexy.
Mis ojos verdes y los suyos castaños...
Rafi Eitan nos enseñó que no conviene dar esperanzas a quien se siente perdido, porque en caso de dárselas, lo convertiremos en un ser terriblemente peligroso. Y en esto estamos, porque luchar sin presión es infinitamente más divertido y puede resultar mucho más provechoso, que hacerlo con las cuñadas soplándote el cogote.
Nos acercamos a Silverstone, es junio todavía, y lo mejor está por llegar aunque no lo comprendan así los maten, los que no acertarían a ver un carro de combate a la puerta de su casa. Los de ciencias se barnizan de humanistas oyendo ópera o leyendo literatura o poesía y a los de letras nos queda como consuelo pintar ruedas, escuchar Milenio 3 o declinar hasta la náusea eso de que jamás prosperaremos más allá de parias.
Pero el mono loco del cuento fue el único que entendió que para alcanzar el horizonte, hacía falta volverse un Varoufakis cualquiera y bajar del árbol y ponerse erguido sobre los cuartos traseros para explorar lo ininteligible. Para recorrer más tarde la pradera y luego encontrar el fuego...
Rafi Eitan nos enseñó que no conviene dar esperanzas a quien se siente perdido, porque en caso de dárselas, lo convertiremos en un ser terriblemente peligroso. Y en esto estamos, porque luchar sin presión es infinitamente más divertido y puede resultar mucho más provechoso, que hacerlo con las cuñadas soplándote el cogote.
Nos acercamos a Silverstone, es junio todavía, y lo mejor está por llegar aunque no lo comprendan así los maten, los que no acertarían a ver un carro de combate a la puerta de su casa. Los de ciencias se barnizan de humanistas oyendo ópera o leyendo literatura o poesía y a los de letras nos queda como consuelo pintar ruedas, escuchar Milenio 3 o declinar hasta la náusea eso de que jamás prosperaremos más allá de parias.
Pero el mono loco del cuento fue el único que entendió que para alcanzar el horizonte, hacía falta volverse un Varoufakis cualquiera y bajar del árbol y ponerse erguido sobre los cuartos traseros para explorar lo ininteligible. Para recorrer más tarde la pradera y luego encontrar el fuego...
¿No había que abandonar la zona de confort para llegar a ser liberales de pelo en pecho? Pues Fernando lo ha hecho y yo quiero llevármelo de lobas para festejarlo. Él héroe y yo bardo. Hoy que está cerca una cita que mi hermano Julián, siempre celebraba.
Os leo...
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