Bueno, con el permiso de los espesitos voy a echar el rato hablando de Carlos Sáinz, ese españolito (sic, sic, pim, pam, pum), al que algunos españoles cuidamos como los canadienses, o los que viven en Canadá, cuidan de Lance Stroll y ya están prestos a cuidar de Nicholas Latifi, o los mexicanos cuidan de Checo Pérez, que en esto la fiesta va por barrios y no se libra nadie de pecar de cariño patrio, por mucho que los dictados del fair play automovilístco aconsejen un respetito para todo el mundo y un poquito de por favor para quien no demuestra en público su contrastada equidistancia, siempre y cuando se trate de un compatriota nuestro, claro está, español para más señas.
Y voy a hablar del madrileño principalmente porque está en su segundo año en Woking y puede consolidar su liderazgo en la escudería a poco que el MCL35 ayude, que imagino que lo va a hacer [Desde el sofá (McLaren)].
No tengo nada contra Lando Norris, hasta ahí podíamos llegar. El inglés me parece un tipo fabuloso, rápido, inteligente y además graciosete, circunstancia que siempre otorga puntos de Carisma rolero; lo que pasa es que hablo poco de él en Nürbu porque considero que ya le dan suficiente comba los medios británicos y nuestra abundante fauna de perdiditos que no saben vivir sin comparar permanentemente a un piloto español con su compañero, porque si hay que decirlo se dice y no pasa nada, y eso.
Y sí, pienso que 2020 va a ser el año de consolidación de Carlos y me apetecía compartirlo con vosotros porque estoy orgulloso de que un español sea querido por sus jefes y estos hayan abierto las negociaciones para su renovación. Confían en él y en su capacidad sobre el asfalto, y esto supone un plus en el universo cainita del paddock, que no sé cómo los enteradillos no se han dado cuenta todavía...
Os leo.
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