San Ignacio y mi atlas intacto en la biblioteca de los recuerdos...
Nuestros padres llenándonos la casa de enciclopedias y compendios geográficos por tomos, y mira tú por dónde, el mundo había que descubrirlo como se ha hecho desde antiguo, como se ha hecho siempre, como lo hicieron ellos y harán nuestros hijos y nuestros nietos o bisnietos. Dios quiera entonces que alguno de ellos sea capaz de nombrarnos por nuestros nombres, incluso por nuestros sobrenombres secretos, siquiera desde esa puñetera distancia que acabará edulcorando con miel de abeja la poca trascendencia que van adquiriendo nuestros actos.
El cariño. Nos alimentamos de él pero no es seguro que nos paguen con la misma moneda.
Nuestro universo sigue siendo tan chiquitito e insignificante que apenas queda espacio para guerras fronterizas ni reproches ni tú me vendiste primero... Desconozco cómo andará el asunto de las criptomonedas en 2049, pero es dudoso que sirvan para pagar sueños de verdad.
Nuestros padres llenándonos la casa de enciclopedias y compendios geográficos por tomos, y mira tú por dónde, el mundo había que descubrirlo como se ha hecho desde antiguo, como se ha hecho siempre, como lo hicieron ellos y harán nuestros hijos y nuestros nietos o bisnietos. Dios quiera entonces que alguno de ellos sea capaz de nombrarnos por nuestros nombres, incluso por nuestros sobrenombres secretos, siquiera desde esa puñetera distancia que acabará edulcorando con miel de abeja la poca trascendencia que van adquiriendo nuestros actos.
El cariño. Nos alimentamos de él pero no es seguro que nos paguen con la misma moneda.
Nuestro universo sigue siendo tan chiquitito e insignificante que apenas queda espacio para guerras fronterizas ni reproches ni tú me vendiste primero... Desconozco cómo andará el asunto de las criptomonedas en 2049, pero es dudoso que sirvan para pagar sueños de verdad.
Nueve veces el Ártico, nueve veces África y nueve veces la ruta de Marco Polo para llegar a un nuevo treinta y uno de julio a primera hora. Aquí arriba tu hueco en cada recodo de los pasillos y en casa sombra y en cada brillo, y abajo los inabarcables océanos de nubes y quién fueras. Todo es igual que entonces pero también profundamente distinto.
Nasdrovia!
Nasdrovia!
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