sábado, 7 de julio de 2018

7 de julio y tu carta


La esperanza nos mantiene vivos y es por eso mismo que quienes pretenden derribarnos nos la quieren arrebatar en el trabajo, en el amor, en la vida cotidiana, en nuestras creencias y, por supuesto, también en nuestras aficiones. El deporte, la Fórmula 1 sin querer ir más allá...

Nadie en su sano juicio aborda nada en este mundo sin la ilusión de que podrá hacerlo, o al menos, de que puede intentarlo. 

El realismo está sobrevalorado porque sin una pizca de esperanza no significa absolutamente nada, por eso nos ahogamos antes de saltar a la piscina y nos sentimos muertos sin haber llegado a la azotea desde donde pretendíamos ver el mundo antes de saltar al vacío. El trayecto y sus incertidumbres han perdido importancia y ahora viste mucho ser realista y llamar ilusos a los demás, cuando lo que ocurre es lisa y llanamente que nos dejamos llevar donde nos dicen los perversos que apuestan porque no hagamos nada ya que para modelar el mundo a su antojo ya están ellos.

No corren buenos tiempos, pero nada indica que la esperanza no siga teniendo cabida ni siga siendo válida. ¿Te consideras realista? Seguramente pasa que eres bobo, pero no estoy aquí para enseñar el camino sino para caminar, que ya dice el acervo popular que obras son amores, y no buenas razones. Despegamos, hace calor que promete fuego, las aspas rompen el aire y suenan Morrison y The Doors en mis auriculares. Nadie dijo que esto fuese a ser fácil, pero tampoco nadie me ha demostrado que resulte imposible.

7 de julio, la luz al final del túnel. Yo quiero verla.

Os leo.

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