Os la debía, aunque aviso que voy a cumplir en modo rapidito porque tenemos encima Belle Isle y no es cuestión de enredarme mucho pues conocéis de sobra el minuto y resultado de la edición de este año de las 500 Millas de Indianápolis, incluso su definición [No te lastimes, Pato].
La obra maestra norteamericana es, a su vez, una bellísima pieza de orfebrería. Cuentan los últimos giros pero hay que construirlos vuelta a vuelta desde el banderazo inicial, lo que conlleva que cada Team estime cómo llevar a sus pilotos al desenlace, usando, cómo no, diferentes estrategias con un mismo objetivo: estar donde hay que estar cuando toca luchar por la victoria.
La carrera comenzaba fuera del abanico horario inicialmente propuesto. La aerodinámica se lleva mal con la meteorología adversa a ambos lados del Atlántico, y la salida de la Indy 500 se retrasó cuatro horas esperando a que las nubes cargadas de lluvia dejaran de suponer una amenaza creíble, que se dice en argot bélico. McLaughlin partía desde la pole, pero como anunciamos en su momento, no significaba más que una anécdota [Todo listo].
Tres, cuatro, incluso cinco estrategias diferentes salpimentaron los previos al stint final. Pato sufrió como un condenado durante la primera mitad de la prueba, pero Arrow McLaren supo meter a su piloto en el bombo de las bolas con posibilidades ganadoras. Nada menos que cinco Cautions colorearon la primera mitad de la cita. Ericsson, Fittipaldi y Blomqvist, cayeron en combate nada más haber comenzado, Armstrong caía poco después, la brava Katherine Legge abandonaba en la 22 y uno de los candidatos al triunfo, Rosenqvist, claudicaba en la 27. No era día para los propulsores Honda, los Chevy rodaban en estado de gracia...
Álex Palou mantenía opciones en aquellos instantes. Currando como un cabrón estaba situado en la cuarta plaza a mitad de la cita, pero quedaba la otra mitad, claro.
Chip Ganassi y Arrow McLaren fueron los más inteligentes sobre el tablero. Pretendiendo garantizar las opciones de sus pilotos más perjudicados, acabaron dando con la tecla. Scott Dixon salía fuera de tráfico de su último paso por garajes y Patricio O'Ward, no sólo se encontraba lejos de las siempre traicioneras montoneras, sino que disfrutaba de un generoso aire limpio que lo animó a intentarlo como una fiera. Veinte vueltas para el final, un universo de distancia en Indy 500.
Pato que inicia el ataque a falta de tres giros. Despega a los enemigos gracias al inteligentísimo factor sorpresa, pero Josef Newgarden había hecho también su trabajo, y, como tapado vitalicio, ponía su monoplaza a cola del mexicano. Rebufo, quizás falta de velocidad para O'Ward cuando más lo necesitaba. El estadounidense remataba a su oponente por el exterior de la curva y veía la ajedrezada en primer lugar...
Newgarden, O'Ward, Dixon, Palou en quinta posición, Rossi ocupando la cuarta... una de las Indy 500 que más grato recuerdo me han dejado.
Os leo.
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