sábado, 15 de junio de 2024

Esperando a Hamilton


La obra que da título a esta entrada rinde homenaje al Esperando a Godot de Samuel Beckett y ha sido compuesta a cuatro manos por John Elkann y Fred Vasseur. 

También habla del tiempo y de cómo evitamos sabernos solos dando utilidad al implacable avance de las manecillas del reloj. Esperamos, siempre esperamos algo, o a alguien, soñando con que por fin descienda del tren recién llegado a la estación o nos abrace en la misma escalerilla del barco, o podamos posar un beso en sus labios...

Cuantitativamente hablando dan mucho más juego las esperas que las despedidas, y esto es así desde que el ser humano aprendió a confeccionar relatos con los que aniquilar al gran enemigo, contados alrededor de una hoguera, esbozados en servilletas, escritos sobre rollos de papiro o pergamino, o publicados en tomos encuadernados en piel, a la manera inglesa...

Estábamos en que Lewis Hamilton desembarca en Maranello la temporada que viene. Advertimos en su momento que el anuncio del feliz enlace parecía precipitado a pesar de que su influencia desató la euforia en las Bolsas de Milán y Nueva York. Bien, sí, Ferrari recibía con los brazos abiertos al astro británico, pero como la consumación se dilata y lo han recibido en Italia con los brazos en cruz tantas veces, la cosa ha ido perdiendo fuelle conforme La Scuderia mostraba sus peores hechuras y el mejor piloto de todos los tiempos sigue sin salir de su zonita de confort, por sus propios medios, se entiende.

La historia que se han montado Elkann y Vasseur se parece a la de Beckett sólo en el título, y de lejos, reconozcámoslo. Hamilton, como Godot, supone un personaje inasequible al conocimiento. Está ahí, casi como decorado. Forma parte de la trama pero caerá el telón y seguiremos preguntándonos quién es y qué hace.

Me resulta curioso cómo se desarrolla esta historia. Lewis podría estar dándolo todo en pista, más allá de sus efímeras posibilidades, obviamente, a lo Villeneuve, vamos; la rossa también; pero ambos protagonistas han decidido inmolarse en el tedio, hasta el punto de que, el 1 de enero de 2025, me temo que más de uno se preguntará qué coño hacen juntos.

Os leo.

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