martes, 4 de junio de 2024

Home sweet home


A pesar de que el Wall of Champions no tenga nada que ver con aquella pared de hormigón del 99 que se zamparon cruda y sin aliño Zonta, Hill, Villeneuve y Schumacher, sigue siendo una de las atracciones más representativas del Gilles Villeneuve de Montreal, lo que, bien mirado, no sé si es bueno o malo.

Nos hemos acostumbrado —demasiado fácil para mi gusto— a que nos birlen las señas de identidad de nuestro deporte y mantengan su nombre. 

La Parabólica de Monza no es sino una versión Disney de la endiablada curva para pilotos de pelo en pecho que era antes; la Peraltada del Hermanos Rodríguez es un cuarto y mitad de la auténtica; escuchar el nombre Tamburello nos pone los pelos de punta, a pesar de que cierra amablemente la actual sucesión de curvas 2, 3 y 4 en Imola. Le Raidillon en Spa-Francorchamps, la 130R de Suzuka...

El Muro de los Campeones ya no es tan duro como antaño, ni tan peligroso, pero se sigue hablando de él como si fuera el mismo de hace 25 años, seguramente porque desde la cúpula de Liberty Media al último aficionado, todos sabemos que sin pasado no seríamos nada.

Os leo.

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