A pesar de que su origen es muy anterior, siento verdadera adoración por los «utilitarios» que, popularizando el coche, ayudaron a sentar las bases de la recuperación económica en Occidente después de la II Guerra Mundial.
Aunque no lo vayamos a hacer, podríamos extendernos hablando sobre la importancia crucial que tuvo el vehículo asequible en la creación de infraestructuras y tejido industrial, así como en el fortalecimiento del sistema financiero, por ejemplo, pero, con vuestro permiso, os voy a remitir al trabajo de Estefanía Ferreira [Los GP Internacionales de Mar del Plata, 1948 a 1950], en el que, en uno de sus apartados, nos habla del automóvil como instrumento de movilidad que fomentaba el turismo interno en Argentina, a la par que creaba sentimiento nacional y exigía mejores redes viarias, de gasolineras y talleres, etcétera.
Como mencionábamos antes, este asunto viene de antiguo y podemos situar su origen en el Ford T de 1908, creación que sólo fue posible con el abaratamiento de costes que trajo consigo el invento de la cadena de montaje. A partir de ese momento, o mejor dicho, antes y durante la Primera Gran Contienda, y obviamente después, en Estados Unidos el coche popular se convirtió en pieza imprescindible para el desarrollo económico, y un ejemplo a seguir para otras naciones.
Benito Mussolini recuperaba la idea a principios de los treinta del siglo pasado y la aplicaba en la Italia fascista del periodo inmediatamente anterior al segundo desastre mundial, y así nacía el FIAT 500 Topolino (ratoncito), un sencillo biplaza semidescapotable, propulsado por un motor delantero de 495 cc y cuatro cilindros en línea que arrojaba menos de 15 caballos de potencia.
Con retoques, el Topolino se mantuvo en producción hasta 1955 y fue sustituido por el FIAT 600, siendo así que nuestro protagonista de hoy es una variante de este último, y no una evolución natural del legendario chiquitín turinés, aunque lleve su misma denominación: 500, básicamente porque, debido a su precio —elevado comparándolo con el del 600—, escasas prestaciones, acabados imperdonables y reducido espacio disponible, suponía un pequeño lujo en el segmento de los utilitarios, lo que no impidió que extendiera su producción desde 1957 a 1975.
El modelo que os comparto hoy pertenece a la casa italiana Edison Giocattoli, que refleja el vehículo de estreno en 1957.
Llamado oficialmente Nuova 500 y conocido como Cinquino entre sus numerosos fans, el trastillo llevaba motor y transmisión traseros y compartía suspensiones y líneas maestras en la carrocería que lo emparentaban directamente con el FIAT 600 y lo alejaban del Topolino, no obstante, no será hasta los sesenta que se convertirá en un auténtico fenómeno de moda.
Los terminados ya resultaban aceptables entonces y se había mejorado su rendimiento, había llegado la versión Sport con algo más de potencia y velocidad, a la que Abarth acabará dando un toque muy especial en la mítica versión 695 SS indicada para competición; lo conducía Vittorio Gassman y lo promocionaba Audrey Hepburn, había aparecido en numerosas películas y disputado carreras; en fin, il piccolo ofrecía suficientes alicientes como para formar parte de las familias con pocos ingresos y también las económicamente pudientes, donde ejercía el papel de cochecito de complemento para las mamás aventureras o las hijas casaderas, incluso para los chicos políticamente incorrectos.
Había nacido un mito... Os leo.
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