domingo, 11 de febrero de 2024

Cartel de «Completo»


Puesto que destornillarse no existe como verbo —desatornillarse sería lo adecuado, pero sólo si estuviésemos refiriéndonos a una eventual pérdida de tornillos [desternillarse o destornillarse]—, vamos a utilizar desternillarnos de risa para hablar de la situación que se ha creado este año en la máxima categoría, lisa y llanamente porque no ha habido hueco para que los nuevos valores encuentren acomodo.

La cosa viene de lejos. Max Mosley, recién tomado asiento en el trono de la Federación, a cambio de un goloso trozo de tarta, puso ésta al completo servicio de Formula One Management, la empresita de gestión de la F1 capitaneada por Ecclestone. El caso es que, como sucede siempre en los modelos capitalistas —no desenfundéis, esto no va de política—, el socio más poderoso también ha tendido a hacerse con parcelas cada vez más grandes del pastel conforme transcurrían los años, dejando cada vez menos para los demás.

Los equipos suelen quejarse de lo poco que cobran y, por lo general, encuentran un razonable eco en sus reclamaciones, no demasiado, tampoco exageremos. La FIA sin embargo no. La prensa anglosajona suele acusarla de cicatera y exagerada en sus pretensiones, básicamente porque, en su día, Bernie decidió no meter la mano en el sistema de autofinanciación de la propia Federación Internacional de Automovilismo, que, como es de sobra conocido, cobra peaje en sus formatos de promoción a quien quiera que sueñe con alcanzar la Fórmula 1, por toser, por respirar, por correr, por puntos conseguidos en el campeonato, por Superlicencia y otras chuminadas, etcétera.

No voy a entrar en si este escenario es el adecuado o es justo, ni en si la FIA tiene derecho a pelear con uñas y dientes por su pedacito de dulce en un negocio global que genera cuantiosas ganancias y donde resulta imprescindible, pero sí quiero destacar que estamos en la antesala del nuevo Pacto de la Concordia, que, previsiblemente, entrará en vigor a partir de 2026.

Mohammed Ben Sulayem lleva llorando desde casi la toma de su cargo (sic). La FIA ha ido endureciendo su postura en cuanto a la aplicación del Código Deportivo, ha apostado por más equipos, menos carreras y mantener el número de Sprint, por las que quiere emolumentos aparte. Amenaza con traer de vuelta a Michael Masi, yo qué sé, pero a priori no se ha vuelto loca, ni cuando aludió al interés de un Fondo Saudí por adquirir la F1 [Arabia Saudí ofrece 20.000 millones de dólares por los derechos de la Fórmula 1].

No me alargo. La FIA ha endurecido sus posiciones con vistas a la renovación del Pacto de la Concordia. Quiere más tajada —con esos números hasta parece lógica la demanda—, y aquí viene lo gracioso y desternillante, porque con el cartel de «Completo» en cuanto alineaciones en F1, como por casualidad, el supuesto valor de los caminos de promoción oficiales puede empezar a caer a la voz de ya, más o menos como han ido muriendo las academias de los equipos.

Dicen que la verdadera Fórmula 1 es eso que ocurre entre Gran Premio y Gran Premio, y, la verdad, este año no podemos quejarnos.

Os leo.

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