lunes, 4 de febrero de 2019

La flecha y el arquero


Joshua Paul quedó prendado de la personalidad que tenían unas instantáneas de las 500 Millas de Indianápolis de 1969 que parecían mágicas aunque ligeramente desenfocadas, indagó sobre el asunto y trabó amistad con David Burnett, un fotógrafo que se enfrentaba a los eventos deportivos armado con una vieja cámara de fuelle Pacemaker Speed Graphic 4×5, decidiendo probar suerte por su cuenta y riesgo tras agenciarse una todavía más antiquísima Graflex 4x5 de 1913.

La historia tuvo su punto álgido hace ya unos años, pero la retomo ahora porque imprimir personalidad a un trabajo, el que sea, sigue siendo una de las cosas más complicadas que existen.

Josh tiene todavía más mérito porque su herramienta no permite disparar una ráfaga de imágenes para luego elegir una, la más molona o la que tiene mejores posibilidades. Está obligado a ir a tiro hecho. Tiene que planificar adecuadamente, escoger el momento idóneo y jugársela a una sola carta, ya que tampoco hay carrete, sino que la película va sujeta a un chasis que debe ser sustituido por otro cada vez que se pretende repetir la acción, algo que, obviamente, lleva su tiempo.

Paul, además, juega limpio consigo mismo —único compañero de mesa que merece la pena— y no recurre a programas de edición ni Photoshop. No le interesa. Prefiere que sus capturas cuenten la verdad, aunque ésta consista en algo tan anacrónico como que después de pasar por el revelado, la actualidad de nuestro deporte queda congelada por una máquina y un proceso que tienen más de un siglo.


En Bellas Artes cursé Audiovisuales y Fotografía. Jon Abasolo, el profesor en esta última disciplina, siempre quitaba valor al equipo, la reflex o el número de lentes y objetivos. La importancia no está en la flecha sino en el arquero, nos decía. El ojo, la mentalidad, la inteligencia...

Os leo.

1 comentario:

anonimo dijo...

Recuerdo, hace ya muchísimos años, un "viejo" fotógrafo de noticias (aquí los llamamos "reporteros gráficos", y se enojan si te escuchan "fotógrafo" asociado a su presencia) daba una charla en un Foto Club. Decía algo de "Tienes que tomar sin falta el primer golpe cuando los dos boxeadores vuelven de su ring-side. Sus asistentes le mojan la cabeza con agua, y el primer golpe, aunque sea leve, muestra unas pequeñas gotas en el aire. Hasta que ciegas la placa, y colocas otra en la máquina... ya no hay segunda oportunidad"
Hablaba, por supuesto, de la misma limitación que propones aquí: No hay "ráfagas" ni digitales (no existían aún al momento de aquella charla) ni de carrete.
Luego llegaron los carretes en cámaras "a perilla", luego motorizadas, y luego los "almacenes" (carretes de más de 200 exposiciones).
Sigo pensando que aquella experiencia, muy "instant decisif (Cartier-Bresson)" es tremendamente valiosa.
Sds.
Martín